Cantabria es una tierra de encanto, de paisajes maravillosos que invitan a la serenidad y el sosiego, pero también podemos encontrar lugares y parajes increíbles, que podrían perfectamente ser escenarios para el rodaje de historias de misterio.
redacción © revistaiberica
La celebración americana de Halloween o, en el caso español, el Día de Todos los Santos, el 1 de Noviembre, nos permite detenernos en algunos lugares rodeados de un halo misterioso.
Llimona custodia Comillas
En la villa de Comillas, uno de los principales centros turísticos de Cantabria, se encuentran las ruinas góticas y el Ángel de Llimona. Con una espada en las manos y mirando hacia el mar, la estatua custodia el singular cementerio de la villa que se alza sobre los restos de una antigua iglesia del siglo XV. De hecho, algunas de las estructuras de este templo se conservaron como ornamentación del espacio funerario como los arcos y las paredes que, también, han servido como base para la escultura. Esta obra fue proyectada por Luis Doménech y Montaner y, además de integrar la antigua ermita gótica en su estructura, añadió una espectacular cerca invadida de elementos de lo más pintorescos. Se trata de una construcción que enfatiza en el concepto de ruina y que se integra en el paisaje de Comillas fusionándose con él, una mínima actuación para expresar la sensación de lo eterno, la calma y lo solemne de un cementerio.
El Ángel es una escultura modernista del catalán Joseph Llimona Bruguera. Se ve en esta imagen de mármol su clara influencia del estilo renacentista florentino que aprendió el artista durante su estancia en Roma.
La espectacularidad de este cementerio radica también en su ubicación. Las ruinas góticas están asentadas sobre un montículo cerca del mar. Un lugar estratégico y que, sin duda, llama la atención del visitante que se acerca a Comillas.
Un paisaje de leyenda hacia San Vicente de la Barquera
En la carretera nacional que conduce desde Comillas hasta San Vicente de la Barquera y en pleno Parque Natural de Oyambre, encontramos un paisaje de lo más espectacular: un bosque fosilizado. Este enclave, aunque inhóspito y mortecino, revela la grandiosidad de la vegetación cántabra. Este bosque formado, fundamentalmente, por eucaliptos recuerda esos melancólicos paraísos otoñales que poblaban esta comarca. Un oasis de tranquilidad que, con el paso del tiempo, ha palidecido el típico verde grisaceo del eucaliptal. Si por algo se dignifica este bosque fosilizado es porque conserva la elegancia y el porte robusto de los magníficos eucaliptales. Se conservan sus troncos rectos y su corteza lisa de un gris ceniciento o blanquecino.
Los eucaliptales son bosques de aspecto sombrío y misterioso pero, en este caso, tiene el valor añadido de su característica de fósil que le aporta esa belleza mágica en la que parece de de un momento a otro, tras los troncos, va a aparecer un hada o un unicornio.
Este bosque fosilizado, además, se encuentra anegado de agua. Algo que le hace tener una característica muy especial. En los días de bruma y de niebla, este paraje se convierte en un lugar completamente encantado.
El jardín de ‘Los Otros’
La Casa de los Hornillos es una bella construcción ubicada en Las Fraguas y que no debería estar en esta recomendación por sí misma, ya que se trata de un magnífico edificio de finales del siglo XVIII de estilo inglés diseñado por el arquitecto británico Seden Wornum y emplazado en una extensa finca.
Sin embargo, el hecho de haber servido de escenario a la película de Amenábar, ‘Los Otros’, le confiere este aire misterioso, especialmente su jardín de árboles centenarios, que en las últimas horas del día, cuando la niebla otoñal se funde con el paisaje, reflejan una imagen casi sobrenatural.
Tortura en el museo El Solar en Santillana del Mar
El Solar, ubicado en Santillana del Mar podría ser otra parada para descubrir una Cantabria misteriosa. Este museo permanente cuenta con una amplia muestra de artilugios europeos de tortura y de pena capital. Esta colección privada lleva el título genérico de “Inquisición”, pero en realidad los aparatos que se encuentran dentro de esta colección abarcan un periodo mucho más amplio: desde el siglo XIV hasta finales del diecinueve.
Se trata de una muestra de lo más curiosa no sólo por su temática, fiel reflejo de la mayor crueldad humana, sino también por su distribución. Aunque la mayoría de los objetos se encuentran en la primera planta, algunos de ellos, por sus dimensiones y espectacularidad, han sido colocados en el jardín. Lo mejor de este museo es que, junto a cada una de las piezas, hay unos paneles informativos que detallan cada una de las particularidades de estos artilugios. El museo recoge casi un centenar de piezas, entre las más llamativas se encuentran “la doncella de hierro” de Nuremberg, “la cuna de Judas”, “El Empalador” o “la picota.